La alfalfa representa hoy el principal cultivo forrajero de nuestro país, ocupado más de 4 millones de hectáreas sembradas. Argentina es el primer país a nivel mundial en a nivel de superficie de alfalfa para pastoreo y el 2° en cuanto a superficie sembrada. A pesar de esta relevancia, se encuentran enormes diferencias entre el potencial productivo y su producción real. Algunas de las claves para reducir esa brecha.
Enmiendas del suelo
La alfalfa, al igual que la mayoría de los cultivos encuentra su óptimo en un determinado rango de pH. La acidez del suelo es un parámetro fundamental a verificar previo a la siembra. En los suelos con tradición agrícola (ya sea para cultivos de grano o forrajeros) la extracción de bases (principalmente calcio), ha dado origen a un proceso de acidificación expresado en valores de ph inferior a 6 – 7. El rango de pH que presente el suelo define, por un lado, la disponibilidad de nutrientes esenciales y por el otro, las condiciones para que desarrollen las bacterias que realizan la fijación biológica de nitrógeno. Suelos que presenten valores de alcalinidad o acidez, afectan la capacidad de fijación biológica.
A continuación, se muestran las variaciones en la disponibilidad de los principales nutrientes y en las poblaciones de rizobios fijadores de nitrógeno, en función del pH del suelo.
En caso de suelos ácidos una estrategia para incrementar el valor de pH es el agregado de enmiendas con altos contenidos de calcio (Ca). A la hora de realizar esta práctica es importante considerar la granulometría con el que se presente la enmienda escogida ya que la misma incide en la solubilización en el suelo. A menor granulometría mayor solubilización. Es importante, de igual manera, tener en cuenta que el efecto del agregado de enmiendas en los estratos más profundos del suelo puede tardar varios años en manifestarse.
Fertilización
Previamente a la siembra se recomienda realizar un análisis completo de suelo para dimensionar los umbrales de nutrientes disponibles y evaluar la dosis requerida de fertilizantes para cada caso. Diaz-Zorita y Gambaudo en 2007, publicaron que para cada tonelada de alfalfa producida son necesarios 12 kg de calcio (Ca), 2,8 kg de fósforo (P) y 3,8 kg de azufre (S). En nuestros suelos el principal limitando en cuando a la fertilidad química para la alfalfa es el bajo nivel de fósforo. Sin embargo, con la intensificación de las producciones y una reposición generalmente (vía fertilizantes) menor que la extracción, se registra respuesta a otros nutrientes, como por ejemplo el azufre. A pesar que en los sistemas ganaderos pastoriles hay una recirculación de nutrientes que vuelve al suelo mediante el bosteo y la orina, el mismo se ve afectado por el manejo y el sistema productivo. En general se observa una mayor concentración en torno a las aguadas y lugares de concentración como pueden ser comederos si se realiza algún tipo de suplementación sobre la dieta base pastoril. Respecto al momento de la fertilización, para algunos nutrientes como el fósforo, es importante que esta sea a la siembra ya que la solubilidad no es inmediata.
Altura de la napa
En las regiones de mayor tradición en este cultivo para consumo directo, Santa Fe y Córdoba, se han registrado durante las últimas décadas un aumento del nivel freático de manera casi permanente. La mayor altura de la napa ocasiona la raíz pivotante y profunda de la alfalfa condiciones de anoxia que producen limitaciones en el crecimiento, pérdidas en el stand de plantas y reducción en la persistencia de los individuos. Este efecto se ve con mayor intensidad en los suelos de textura fina (mayor proporción de arcilla). Se han probado distintas estrategias para hacer frente a esta situación. Una de ellas es la siembra de distintas especies con el objetivo de lograr una pastura consociada que permita explorar de manera diferenciada las profundidades del perfil y pueda tolerar, a su vez, anegamiento temporales o alfalfas con latencia invernal con gramíneas de ciclo otoño invierno primavera (OIP).
Manejo del pastoreo
Tradicionalmente el consumo de las alfalfas se decidía en función de la floración (cuando alcanzaba al 10%) durante primavera / verano, mientras que durante los meses en que no hay floración se hace en base a la observación de rebrotes de la corona que superen los 5 cm. La explicación de esta metodología se encuentra en que ambos momentos se relacionan con una raíz llena de reservas que le permite enfrentar el disturbio de la defoliación y rebrotar nuevamente en base a estas reservas. Actualmente las investigaciones encontraron que la partición de biomasa hacia las raíces para conformar reservas está influenciada por la época del año sido esa relación directa durante la floración. Trabajos elaborados en Nueva Zelanda y Argentina muestran que puede intensificarse el manejo durante la primavera sin que se vea comprometida su persistencia. En este período, la planta disminuye los fotoasimilados hacia las raíces. En contraposición, durante el período otoñal (cunado el fotoperiodo decrece) la planta incrementa la partición de fotoasimilados hacia las raíces. Integrando ambos conceptos, es conveniente dar descansos adecuados durante el pastoreo de otoño, lo cual permite un incremento en la producción la persistencia de la pastura y aumentar la frecuencia de pastoreo en la primavera, sin que esto genere deterioro de la pastura.
Consideraciones a modo de conclusión.
La alfalfa no solo es considerada, sino que es uno de los mejores cultivos forrajeros para lograr altos rendimientos de producción. Se conjugan tanto el volumen de producción como la calidad de esta. Para la expresión de estos atributos, se requieren condiciones óptimas. Desvíos de las mismas, impactarán en el resultado. La correcta elección del ambiente, junto con una fertilización adecuada y un manejo correcto permitirá producciones que dupliquen los valores actuales.