Pasturas perennes para el semiárido

Los ciclos hidrológicos presentan variabilidad entre condiciones normales, de excesos hídricos y de carencias. Esto episodios se han intensificado como consecuencia del cambio climático, registrándose una recurrencia mayor y de severidad significativa. Tanto los excesos como la falta de agua son limitantes para la productividad de los recursos forrajeros y en consecuencia para la producción del establecimiento.

 En el último año se ha registrado en una gran superficie de la argentina precipitaciones por debajo de los promedios y en períodos críticos para los ciclos de los cultivos forrajeros. 

La recurrencia de estos episodios ha dado lugar al desarrollo de forrajeras perennes con tolerancia a la sequía. Estos materiales permiten que la dependencia del clima de los sistemas tradicionales basados en cultivos anuales pueda transformarse en sistemas más sustentables en los que se utilice mayormente pasturas perennes y especies naturalizadas.

En la medida que los cambios se produzcan de manera sostenida puede esperarse un incremento en la superficie implantada con especies tolerantes y adaptados a las sequías. De ser así la estabilidad de la producción ganadera regional y la conservación del medio ambiente presentarán una mejora significativa. 

Antecedentes

La región semiárida se caracteriza principalmente por la variabilidad en las precipitaciones tanto intra como interanual. Esta situación implica que presenten diversas dificultades para alcanzar productividades estables en los sistemas ganaderos de esta zona. Una estrategia orientada a minimizar los riesgos de la productividad de los forrajes es contar con un porcentaje significativo de superficie con especies ganaderas implantadas tolerantes a las eventuales sequías. Contar con superficies de estas especies permite que en años desfavorables se pueda contar con una producción mínima casi asegurada adecuando el manejo de los rodeos y las cargas. El objetivo es evitar recurrir a soluciones drásticas que, en la mayoría de los casos resulta en ventas de animales productivos y difíciles de reponer o grandes erogaciones para la compra de alimentos que no logran el impacto deseado. 

Muchos establecimientos basan sus cadenas forrajeras en base a cultivos anuales, los cuales además del mayor costo respecto a otros recursos, presentan una alta variabilidad asociado a un alto riesgo. Por otro lado, los pastizales naturales, si bien cuentan con una composición de especies atractivas para el aprovechamiento de los recursos agua, fertilidad, suelo y temperatura, presentan en su mayoría algún grado de degradación. Lo anterior resulta en una menor productividad respecto al potencial. 

Ventajas de las pasturas

La producción desarrollada sobre pasturas perenne presenta mayores volúmenes de forrajes, lo que aumenta la calidad disponible, y estabilidad de la productividad aun en condiciones de escasez de lluvias. Para el sudeste bonaerense, las especies perennes adaptadas han demostrado una productividad de entre 180 y 250 raciones/ha/año en contraposición con las entre 30 y 80 raciones/ha/año que pueden obtenerse de un campo natural. Estas diferencias se registran aún en aquellos años en los que se dieron episodios de sequías extremas. 

Al disminuir los niveles de riesgo se logran mejoras en la productividad, la sustentabilidad y la rentabilidad de las explotaciones ganaderos. También se aporta seguridad en la producción de forraje, lo que repercute en estabilidad en la producción de carne, menores costos de alimentación producto de una amortización superior y generación de condiciones que reducen y evitan la erosión eólica e hídrica por la cobertura permanente y los menores laboreos.  

Especies forrajeras

Las especies perennes probadas que han presentado mayor tolerancia a la sequía en la región del sudeste son pasto llorón (Eragrostis curvula) y agropiro (Tynophirum sp.). Si bien son especies de menor calidad forrajera (según su tamaño y momento del año) respecto de otras especies que se dan en ambientes más húmedos, se adecuan correctamente a los planteos de cría vacuna. Tanto el pasto llorón como el agropiro, son especies con gran estabilidad frente a la sequía que presentan distintas distribuciones en las curvas de crecimiento integrándose adecuadamente para una cadena forrajera. 

Estas especies no son nuevas en la zona. Se registran introducciones en la década del 50 e incluso lotes implantados con más de 40 años de antigüedad. Sin embargo, algunas particularidades propias de estas especies como ser la lenta implantación y los erráticos logros producto de la falta de ajuste de la tecnología de siembra han hecho que la adopción sea relativamente baja.

Si bien las máquinas pueden no ser las más recomendadas ya que en la mayoría se usan sembradoras de cultivos agrícolas, es fundamental que se preste especial atención a las prácticas en lo que refiere a la preparación y regulación de la máquina, las labores en el suelo (se recomienda una sola rastreada para evitar que la sembradora se entierre demasiado) y considerar que especies como el pasto llorón al tener una semilla de un tamaño muy pequeño, deben ser depositadas superficialmente y apenas tapadas. Por otro lado, la lenta implantación normal de estas especies requiere que se preste atención a las malezas que se dan en el lote y las mismas sean combatidas. 

Conclusión

Existen especies mejoradas y probadas a nivel de lotes para tolerar las condiciones de sequía que se producen en determinados ambientes. Estas especies permiten una mayor estabilidad en la producción y una planificación más precisa reduciendo las medidas que puedan tener que implementarse para adecuar el rodeo a la inclemencia. El éxito de la implantación de estas pasturas dependerá de las prácticas agronómicas que antecedan a la siembra y a los siguientes meses inmediatos.