Para poder entender y ser objetivos a la hora de determinar la calidad del agua lo que debemos tener en cuenta es que un agua es “mala” o “buena” dependiendo el uso que se le va a dar. En el caso de la ganadería, por ejemplo, el agua que es mala y que no sirve para este tipo de producción, si lo es para la agricultura.
El agua para consumo bovino sobrepasa los valores de mineralización si uno lo compara con las que son aptas para el consumo humano. En el caso de las vacas, es muy difícil determinar, cómo es en el caso de los humanos, tablas específicas que clasifiquen de manera puntual en todos los parámetros si el agua es apta o no apta para su consumo.
Juegan muchas variables que son exógenas al agua como puede ser la raza, el alimento que está consumiendo, la costumbre, el momento del año, etc. y hace que sea difícil poder determinar la factibilidad para su consumo entendiendo que no es algo lineal. Es por eso que a la hora de hacer el análisis se deben tener en cuenta estas cuestiones y entender que ese análisis es para esas vacas determinadas, en un ambiente determinado, y no sirve para usarlo de manera criteriosa para otro lugar.
Por otro lado, en cuanto a las sustancias tóxicas que puede llegar a contener, también es muy difícil determinar la peligrosidad ya que no hay niveles concretos de tolerancia ya que depende de la situación de ingesta. Puede ocurrir que si se lo consume en un periodo de tiempo corto, puede llegar a no tener ningún efecto, mientras que la ingesta prolongada en cuanto a tiempo puede llegar a generar toxicidad.
La edad de los animales y el momento en el cual se encuentra, puede ser que está lactando, o preñada o lo que fuere, va a determinar la tolerancia o el efecto que puede llegar a hacer ese elemento presente en el agua.
Por esta razón, sumada a las anteriores, es difícil basar el análisis por medidas y patrones genéricos; cada lugar, cada análisis.
Determinar la mejor agua para el bovino es imposible por la relación que hay entre esta y el ambiente en el cual se está produciendo. Además las necesidades van variando a lo largo del año y no son constantes.
De todas maneras, se pueden considerar o determinar rangos en donde los valores de la concentración de sales se encuentren, para poder tener una referencia de uso. Aproximadamente los valores que se toman como límites respecto a esto es de diez gramos por litro, del total de sales. Se debe tener en cuenta que en estas sales tiene que predominar el cloruro de sodio y no otras sales como puede ser el magnesio o sulfatos.
Este valor hay que tomarlo como referencia y no de una manera rígida ya que en determinadas condiciones esos límites se pueden superar sin ningún tipo de problema. Lo que sí es importante determinar y tener en cuenta, como se dijo anteriormente, el tipo de sales por las cuales está compuesta el agua.
Entendiendo todo esto, sumado con las explicaciones que se hicieron en los párrafos anteriores y estando bien en claro que no hay una fórmula determinada, ya que el ambiente y el destino de esa agua es la que define si sirve o no sirve, se pueden encuadrar valores a modo de referencia.
A la hora de analizar estos valores lo primero que se debe hacer es determinar para qué categoría va a ser esa agua. No es lo mismo para cría, que para una invernada basada en pasto o para un engorde a corral.
En el caso de la cría, es la categoría que más tolerancia tiene en cuanto a la calidad del agua, mientras que la categoría que mejor calidad de agua necesita, es la que se engorda a corral.
Como se dijo anteriormente los valores promedios no deben superar los diez gramos de sales totales por litro en el caso de los rodeos de cría, mientras que en los rodeos de engorde a corral, la concentración de sales debe ser igual o menor a siete gramos por litro.
En términos generales el cloruro de sodio tiene que estar presente en un 60 % respecto al contenido total de las sales, seguido por los sulfatos y luego el magnesio en mínimas proporciones.
No siempre los valores altos son los que determinan si el agua es apta para el consumo o no, sino que la ausencia total de sales también hace que esa agua no sea consumible.
En este caso, se dice que el agua es deficiente, ya que la poca cantidad de sales que hay disueltas no aportan a la dieta del bovino, generando una necesidad de las mismas. Esto no es grave ya que la solución o lo que se hace para corregir la deficiencia es suplementar en la dieta con esos minerales.
Se dice que el agua es muy buena cuando las sales están en una proporción justa en la que se pueden cubrir las deficiencias minerales que el forraje no puede brindar. Este tipo de agua es la mejor ya que la producción y el engorde mejora notablemente.
Esto se puede ver en los campos en donde, los suelos no son de lo más productivos, pero tienen agua de manantial y se puede notar a los animales en muy buen estado y con una ganancia de peso diaria muy alta.
Cuando el contenido de sales supera la propia necesidad del animal, pero puede expulsar el excedente, también se dice que el agua es buena.
Diferente es la situación en la que el organismo del animal podría eliminar sin ningún tipo de problema el excedente de sales, pero por un tema de costumbre, esa agua no le gusta, no le es palatable, y disminuye su consumo, haciendo que también disminuya la productividad. A esa agua, independientemente de los valores, se la considera como un agua “mala”.
Autor:
Director Gr-Global | Productor Ganadero
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